viernes, 2 de enero de 2015

"COLEGIO SAN VIATOR"

EL HOGAR
         
       
       
       
          
            
             
         
       
        Quizás, más
        de una vez, te hayas preguntado cómo sigue el Hogar de Zaragoza.
        Por si te sirve de ayuda, refuerzo o subvención, puedo darte algunos
        detalles recogidos sobre el terreno, el 17 de Abril. Ese día tuvo
        lugar la VIII reunión anual de antiguos alumnos de San Viator.
       
        Un grupo de ellos mantiene viva la llama. Y una vez al año se convocan
        a un encuentro amistoso. El programa es sencillo. Tan sencillo, que no
        necesita del arrimo o soporte del papel. Es como el silbido dulce y suave
        del pastor que llama a sus fieles ovejas.
       
        A las 7 de la tarde celebramos la eucaristía en una iglesia amiga.
        El restaurante está cerca. Cena de amigos, sin prisas. La sobremesa,
        larga, sin límite prefijado. Hay que dar tiempo para favorecer
        el desfile de aquellas primeras canciones que aprendieron. Y de otras
        que saldrán al paso. Todas, de gargantas más roncas cada
        año. Y a jotas aragonesas, en voces femeninas. Y para terminar,
        el himno del equipo deportivo. Retumban las paredes, tiemblan las mesas
        y bailan entre sí, copas y vasos, cuando llega aquello de: ¡SAN
        VIATOR, EL EQUIPO CAMPEÓN!
       
        Este equipo --de actuales y antiguos alumnos-- jugó en tercera
        división. Formados en la cantera del Hogar, pasaron muchos a jugar
        en los grandes. Aquí tenemos, entre otros, a José Mª
        Encontra, uno de “Los 7 Magníficos” del Zaragoza. Además,
        equipos de la casa participaban en competiciones de la ciudad. Campo grande
        en el Hogar y repuesto abundante de calzado, producían jugadores
        como rosquillas.
       
        Nuestro equipo mayor era llamado en las fiestas patronales de los grandes
        pueblos. Vaquillas
        y fútbol, los platos fuertes. Con sabia elegancia y refinada política,
        el triunfo podía ser para el equipo local. Estaba asegurada la
        cena. Las copas vendrían después.
       
        Desde siempre, el nombre de San Viator resuena en muchos campos. El fútbol-sala
        se lleva la palma. Alevines, infantiles, senior… Seis equipos, con
        refuerzos de jugadores/as de otros entornos. Y seis magníficos
        esforzados, con Julio a la cabeza, seguido de Alfonso Nieto, que dedican
        horas y horas, gratuitamente, al deporte.
       
        Dejamos el fútbol. Volvemos a los antiguos alumnos. ¿Cuántos
        acuden a la cita? Es difícil llegar al medio centenar. A última
        hora, amanecen obligaciones que lo impiden. Hemos rozado los cuarenta.
        Algunos van acompañados de la esposa. Muchos son los viatores que
        han participado en estos encuentros. Tres, en esta ocasión, con
        Miguel Arqued, uno de los promotores. Antiguo alumno y profesor en nuestro
        colegio en Madrid. Las celebraciones, ese día, en Valladolid, restaron
        presencias en Zaragoza. 
        Antes
          del encuentro, la visita al Hogar. Julio Batalla es nuestro amable cicerone.
          Subdirector y educador. Simpático y entregado, con temple aguerrido
          y curtido en mil batallas, sigue firme en este hermoso y difícil
          campo. Gracias a estas armaduras protectoras, puede capear y salir airoso
          en la arriesgada lidia de cada jornada. En casos de emergencia, cuentan
          con la cercana ayuda del guarda de seguridad, durante las 24 horas del
          día, que la Diputación General de Aragón (DGA)
          ha puesto al servicio de la casa. Luis Vázquez Rocha tenía
          libre este día.
         
          Las 4 Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl, con sus 4 educadores
          contratados por ellas, dejaron la Residencia “Salduba”.
          Residencia de menores, que llevaron desde el principio. Avisaron a la
          DGA que no renovarían el contrato. No les hicieron caso. Pusieron
          fecha tope el 15 de Febrero. Una semana antes, la Directora General
          pidió a Paco y Julio su ayuda. Junto a las Hermanas trabajaron
          el “traspaso”. Y fueron los únicos que, en la mañana
          del 16, estuvieron en la despedida.
         
          Ha comenzado la construcción de un nuevo Reformatorio, en el
          Barrio de Juslibol. Están tranquilos. Nada que ver con el Hogar.
         
          En la entrada al Hogar, grandes carteles: “Residencia Cesaraugusta”,
          uno. Otro mayor y en colores: “Escuela Taller Cesaraugusta”.
          El tercero está en blanco. Nadie sabe de los futuros inquilinos.
          Algunos posibles: “Tercera edad”, “Centro de estudiantes
          o trabajadores jóvenes“, Asociación de Minusválidos…
         
          Como ves, nada de San Francisco de Paula. Te diré que los nombres
          de los santos han desaparecido de todos los centros que lo tenían.
          No, queda el de San Jorge, en uno de ellos. ¡Cualquiera se mete
          con el patrono de Aragón!
         
          La Residencia es el Hogar del menor. Hasta el 95 funcionaron tres grupos,
          con 15 internos cada uno, chicos y chicas. Hoy, dos secciones o grupos.
          Uno, con seis educadores, cinco chicos y tres chicas. Otro, con seis,
          dos y cuatro, respectivamente. Edad media: 16 años, 10 meses.
          Si piensas en el número de educadores, recuerda que en el Hogar
          el día tiene 24 horas y el año 365 días.
       
         
            
              
               
           
            
              
                Nueva
                  puerta
           
         
          Residencia nueva
          e independiente. Amplia, cómoda y elegante. Ocupa la parte final
          del edificio, junto a la fuente y el frontón. En dos plantas,
          las cuatro secciones o viviendas. Cada una: hall interior, siete habitaciones,
          salón, comedor, cocina… Puerta propia, al exterior, con
          el nº 36. Y todo, en “Paseo Profesor Tierno Galván”.
          Los números de la casa y del teléfono permanecen.
         
          Y seguimos hablando de puertas nuevas: tres más, que dan al patio
          y al sótano. Otra, junto a la de servicio, para entrar a la cocina.
          Estas dos, en la calle Vitoria. ¡De calle, nada! La placa se mantiene
          fija y segura en la pared del Hogar, desde siempre. Su nombre figura
          en el callejero de la ciudad, desde el primer día. Con esto no
          va lejos. Tenía una misión: salir desde la verja de entrada
          al recinto y dar la mano a la calle San Antonio de Padua, al fondo de
          la finca. Quedó corta y cortada, desde que nació. Le arrebataron
          tres cuartos de lo suyo. El patio tomó la mayor parte y le cortó
          el paso. La casa de un vecino se llevó la suya y le cerró
          la salida. Casa que se levantaba de día, para caer, destruida
          y dormida, por la noche. Joaquín y sus huestes aprovechaban las
          tinieblas. Hasta la noche en que vieron una bombilla encendida, colgada
          de una tabla. Adivinaron al despierto vigilante, esperando con un garrote.
          No se dejaba ver, pero estaba. Así pudo llegar, sin más
          sobresaltos, hasta el tejado, que es la meta de toda casa que por tal
          se tenga.
         
          La calle “San Viator” es otra cosa. Viste de largo, lo mismo
          que la del fundador del Hogar “Mosén Emilio Pérez
          Vidal”. Las dos, cercanas a la casa que les dio vida y nombre.
         
          Inaugurada la Residencia de los menores, empezaron las obras en el resto
          del edificio. Abajo, todo lo que acudía al nombre de tabique.
          Han pasado tres años y una parte está funcionando. Cuarto
          de calderas, almacenes, lavadero y ropería, vestuarios…,
          en el sótano. En la primera planta, en el lugar de siempre, la
          gran cocina. Grande, porque sirve también a otros centros de
          la DGA. Grande, porque llegarán nuevos inquilinos. A su lado,
          muchas cámaras frigoríficas --una para clase de alimento--
          y almacenes y todo lo que te puedes imaginar.
         
          Dos escaleras y un ascensor llevan al piso 1º. Contamos 21 habitaciones,
          que dan al patio, al jardín y a la calle Vitoria. Hoy, despachos
          y almacenes. Pasará un año más y empezarán
          a ejercer su función.
         
          Subimos a talleres y piscina. En ambos lados del recorrido sigue la
          zona ajardinada. La vieja palmera de hojas caídas, variados arbustos
          y rosales y alguna flor recién despierta, nos regalan su mejor
          sonrisa. Una mirada lastimera, a la entrañable madre piscina.
          Deslumbrante fue la inauguración, en Julio del 69. Una gran fiesta,
          con asistencia de todas las autoridades. Unos 30 invitados. Ahora llora,
          vacía y abandonada desde que dejamos el Hogar, el 30 de Junio
          del 93.
         
          Talleres ampliados. Carpintería remozada y rejuvenecida. Dieciocho
          jóvenes suben de Zaragoza todos los días. Aprenden de
          carpinteros, fontaneros o albañiles. Cada especialidad, con su
          experto maestro. Seis meses de aprendizaje del oficio y 18 de trabajo
          en las obras del Hogar. A los dos años dejan el puesto a otros.
          Dos internos suben a los talleres. Los demás salen a estudiar.
          INEM y DGA van de la mano con gastos y salarios.
         
          Acabada la jornada, llegamos al colegio de Huesca, donde pasamos la
          noche. Antes de salir, visita al antiguo estadio Antes de salir, visita
          al antiguo estadio “Padre Querbes”. Grandes manzanas de
          casas, en su fase final. Una amplísima zona ajardinada, a la
          entrada: campo primero de fútbol y mucho más. El nombre
          de nuestro fundador seguirá vivo y visible. Nos queda el emocionado
          saludo al antiguo colegio de Villahermosa. Calle peatonal, de entrañables
          recuerdos. Respetada la fachada, las obras continúan.
         
          De vuelta, misa en El Pilar y visita a la estación del AVE, en
          la Avenida de Navarra, pasado el Palacio la Aljafería. Grandiosa
          y más, porque se le ha juntado la estación de El Portillo.
          A su lado se asentará la de Autobuses.
         
          El Ebro sigue guardando silencio. Desconcertado y molesto, espera para
          ver qué pasa. Le prohíben dar de su agua a unos campos
          sedientos que, con voz reseca y gritos apagados, se la piden cada día.
         
         
          Al llegar a este punto, me imagino saliendo de un supermercado. Todo
          lo que llevo ha sido regalado. Todo lo quería regalar, cocinando
          un plato apetitoso, vistoso y suave. Pero ha resultado un potaje que
          no sé si lo podrás digerir. Confío y estoy seguro
          de que, dada tu habilidad culinaria, con algún pequeño
          aderezo, puede quedar hasta pasable. En caso contrario, acude al bicarbonato.
         
          Muchas más noticias del Hogar te las dejé guardadas en
          los números 318 y 330 de esta Revista.
         
          Gracias por tu colaboración. 
        Bernardo
        
         
     
     
       
          
            
             

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